"Tienes half a billion dollars al lado tuyo." Un amigo me chatea esto al final de un evento en el que estábamos, donde se celebraba el "cumpleaños" de una de las instituciones financieras más importantes del país, y donde se despedía a la familia que fundó dicha institución, dado que vendieron el grupo a una organización de otro país. Al lado mio se había sentado el principal miembro de la familia (en términos de inversión en la institución) quien, a través de la toma de riesgos y visión junto al resto de la familia, logró crear una institución con utilidad neta por encima de $50 millones al cierre del 2019.
Si no hubiese sido por el apetito de riesgo de la familia, miles de empleos no hubiesen existido, millones de dólares no estarían circulando en el sistema financiero mundial, cientos de personas no se hubiesen visto beneficiadas por los programas de apoyo comunitario de la institución; en fin, probablemente, el país entero sería un poco distinto - y menos próspero - de lo que es hoy en día, de no haber sido por el capital y el empeño de la familia.
A todo esto, sin embargo, debemos incluirle un componente fundamental en la ecuación, y son las personas que trabajan para que ese capital rindiese sus frutos. Y es que esta institución ha sido - y esperemos siga siendo - un ejemplo de la simbiosis mutualista que debe haber entre los que proveen el capital y los que proveen la mano de obra. Pensar que uno puede prosperar sin el otro nos llevaría a una distopia que ni Orwell ni Huxley pudieron haber imaginado. El querer demonizar a los empresarios o a los trabajadores, simplemente termina perjudicándonos a todos. Cada uno juega un papel fundamental en el gran ecosistema de interacción voluntaria de miles de millones de personas.
¿Qué cual es ese ecosistema?
La economía.
Nota: La imagen utilizada en este post es creación de Wendy Cockroft, y fue tomada de su artículo "What Has Capitalism Done For Us?".
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